Cuando el mundo me cambió
Desde niña he sentido que soy diferente, si, muchas veces de niñas sentimos que no vamos con los demás, pues eso me sucedió a mí. Cuando iba para 4to grado, mis padres me cambiaron de escuela, lo cual de paso cambió muchas cosas. Mi escuela anterior era una pequeña donde me sentía querida, aceptada y amada por mis maestras, mis amigas, en fin, por todos. Al llegar a la nueva escuela era una escuela grande, muy grande donde todo era sumamente diferente. Cursé mis grados elemental e intermedia con tan sólo 1 amiga, quien amé y amo muchísimo, ella fue quien me aceptó tal y como yo era. Se deben estar preguntando ¿y cómo era Marina? Pues siempre he sido apasionada al arte, extrovertida, suelo ver el mundo diferente porque me baso en los detalles no en lo cotidiano, amo sonreír, soy cariñosa, pero sobre todo soy sumamente sensible, características que no muchos aceptan y menos los niños. Mis grados elementales fueron complicados dado que ya las maestras no eran amorosas, al contrario, ya no me sentía amada ni querida por las personas que estaban conmigo día a día en mi ambiente escolar. Lo cual hizo en mí que fuera cambiando, ya no sonreía tanto, de extrovertida pasé a ser tímida, ya no me importaban los detalles de la vida sólo fluía con la cotidianidad. Mis padres quienes siempre han dado todo por mí, ahí estaban en mi proceso ayudándome y apoyándome.
Pero, llegó la etapa intermedia, aquí si la cosa cambió mi vida, la adolescencia, esa etapa tan complicada de la vida. Mis maestras, el 90% definitivamente no creían en mí, viví esos años sintiendo el rechazo de ellas, viví como me juzgaban, mis notas ya no eran A ni B ahora eran C y D lo cual no era normal en mí. Viví el rechazo de mis compañeras de salón y justo ahí el mundo me cambió. Aprendí a sobrevivir, dejé de vivir. Recuerdo que a mis 12 años vi una película muy linda de magia (no se escandalicen, jajaja) de unas hermanas con poderes, algo muy lindo y en mi inmadurez yo quería ser como ellas, tenía una libreta con cosas de la naturaleza incluyendo unas hojas las cuales mi prima quien vivía en Chicago me enviaba cada otoño y supuestas recetas inventadas por mí para ser como esas hermanas. Unas maestras encontraron la libreta y no se imaginan, me trataron tan y tan mal, llamaron a mis padres, todo un caos, por cosas de niñas, pero justo eso me cambió porque al sentirme juzgada por mi ignorancia porque a esa edad pensamos que lo irreal puede ser real, al sentirme rechazada por quienes se suponían que fuera las personas que me guiaran, eran mis maestras lo cual les daba una importancia en mi vida, mis compañeros de salón me rechazaban, algunas hasta bruja me decían y justo en ese momento dejé de ser quien Dios necesitaba que yo fuera. Mis padres sufrieron muchísimo todo el proceso dado que fueron muchos los rechazos por parte de esas y otras maestras, y continuamente me apoyaban y nunca dejaron de creer en mí, pero no sólo fue la situación mencionada fueron muchas situaciones donde hasta mi comportamiento se vio afectado y mi familia siempre a mi lado apoyándome y ayudándome, pero dentro de mí habían heridas muy grandes porque cuando eres sensible, es muy fácil que te hieran.
Eso fue a mis 12 años y no fue hasta mis 26 años que le di la oportunidad a Dios de sanar aquellas heridas causadas en mi niñez y adolescencia por mis maestras y por mis compañeros de salón. Pude ver en ese momento que la Gracia de Dios siempre estuvo sobre mí a través de mis padres quienes nunca dejaron de apoyarme y motivarme, a través de mi psicóloga, quienes estuvieron todos esos años a mi lado. Fue en ese entonces cuando Dios me restauró, pude entender que Dios necesitaba que yo volviera a ser esa niña apasionada por el arte, pude entender que Dios necesitaba que volviera a ser extrovertida, Dios necesitaba que volviera a ver los detalles de la vida, Dios anhelaba que yo volviera a creer en mí, aunque los demás no hayan creído, Dios me recordó que aunque aquellas maestras me juzgaron yo tenía propósitos, aunque me hicieron creer que no llegaría lejos, Dios me mostró que con él llegaría más allá de lo que yo había imaginado.
Yo, perdida pude ver como Dios me halló, me tomó como una vasija rota en sus manos y con su gracia me reconstruyó, me moldeó en amor y perdón, pero sobre todo me mostró los planes hermosos que tenía para mi vida. Porque en cada una de nosotras hay propósitos, propósitos grandes. El mundo puede juzgarte, puede marcarte, puede rechazarte, pero lo hacen porque no han conocido el verdadero amor de Dios. 1 Juan 3:1 nos dice: “¡Fíjense qué gran amor nos ha dado el Padre, que se nos llame hijos de Dios! ¡Y lo somos! El mundo no nos conoce, precisamente porque no lo conocieron a él. Muchos pueden juzgarnos, rechazarnos, herirnos, pero Dios siempre nos guarda a pesar que el mundo nos rechace. Dios depositó su confianza en mí desde el principio, aunque muchas no creían en mí Dios sí lo hizo, Dios creía en mi creatividad, Dios siempre creyó en mis talentos, Dios creyó en yo ser extrovertida y me dio propósitos en cada una de las cualidades que él me había regalado, aquellas que el mundo había opacado. El mundo me rechazó, pero Dios me hizo brillar. Por eso te digo hoy, el mundo te ha rechazado a ti, pero sabes algo, Dios te ha hecho brillar a ti también. No permitas que el mundo apague los propósitos de Dios para tu vida, si el mundo te juzga, te rechaza, te dice que no llegarás lejos, permítele a Dios llevarte más allá de lo imaginado porque tu camino y tu andar será en la Gracia de Dios. Dios mismo te guiará sin fronteras y te llevará a sus propósitos y así serás la luz de muchos y muchas para encontrar el amor y la gracia de Dios en sus vidas.