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Hay un desierto en mi corazón

MATEO 4:1-11

¿Alguna vez te has sentido tentada? Quizás piensas en el postre que quisiste comerte en

el almuerzo de ayer o la mentira piadosa que le dijiste a tu mejor amiga. La tentación en si no es pecado, pecamos cuando caemos en ella. No estoy diciendo que comer sea pecado ¡claro que no! Pero las tentaciones vienen disfrazadas de varias formas y es importante saber identificarlas

antes de caer en ellas.

Cuando Jesús estuvo en el desierto fue tentado tres veces por Satanás y fue muy difícil,

así que no te sientas sola. Jesús, nuestro Dios ha estado en tu posición y te entiende. Lo que llama mas mi atención es que Jesús fue tentado en el desierto y no en la comodidad de su hogar o en la iglesia. ¿Qué significa esto? Las tentaciones van a aparecer cuando estemos cansados, cuando tengamos hambre (en cualquier sentido), en la soledad, en vulnerabilidad, bajo tensión física o emocional. Al estar en el desierto podemos pensar que Dios no va a cuidar de nosotros y dudamos de su amor e interés por nosotros. Cuando dudamos de Él, comenzamos a depender de nosotros. En vez de descansar en el plan de nuestro Padre, asumimos que sabemos lo que necesitamos mejor que El. En este tiempo el desierto se muda a nuestro corazón y nos volvemos vulnerables.

Satanás busca tentarnos en momentos específicos por medio de nuestras debilidades o

fortalezas. Por ejemplo, una de mis debilidades es comprar. Siempre que me voy “de shopping” me convenzo de que necesito lo que termino comprando. En realidad la mayoría de las veces compro cosas que NO necesito, pero vuelvo y caigo. La tentación es muy fuerte. Cuando estoy haciendo la fila para pagar comienzan siempre las dudas, (mis debilidades las conoce muy bien aquel que me tienta...) “Ahora me veré mejor”, “seré más bella”, “todos me notarán”, “me aceptarán más”. Precisamente en este caso la tentación es el materialismo, la necesidad es de poder y las dudas son aquellos pensamientos que pasan por mi mente que me llevan a hacerlo.

Quizás, debo buscar más profundo en mi corazón. “¿Por qué estoy sintiendo vacíos que

busco llenar? ¿Nueva ropa puede darme lo que busco? ¿Por qué la aceptación de Dios no es suficiente para mí? ¿En realidad las cosas pueden llenar este vacío?” Creo que hay un desierto en mi corazón. Esto me lleva a ser susceptible a la tentación, y peor aún, susceptible a alejarme de Dios. En Deuteronomio, Moisés le advirtió a Israel que esto podría pasar. A través de Deuteronomio 6:10-12 Dios nos habla sobre la autosuficiencia.

El Señor tu Dios te hará entrar en la tierra que les juró a tus antepasados Abraham, Isaac y Jacob. Es una tierra con ciudades grandes y prósperas que tú no edificaste, 11 con casas llenas de toda clase de bienes que tú no acumulaste, con cisternas que no cavaste, y con viñas y olivares que no plantaste. Cuando comas de ellas y te sacies, 12 cuídate de no olvidarte del Señor; Así como en Israel comenzaron a pensar que necesitaban “cisternas”, “viñas” y “bienes” yo pensé que “necesitaba ropa”,

lo que verdaderamente necesitamos es a Dios.

Al enfocarnos más en nuestras necesidades que en Dios, nos alejamos de Él y nos

sentimos aun más vacios. Puedes pensar que comprar es un ejemplo de una tentación liviana pero en realidad no se trata de comprar sino de saber identificar aquellas necesidades que vienen acompañadas de dudas, o vacíos que se convierten en mentiras y nos llevan a tomar una decisión que pensamos que nos va a llenar aquella necesidad y no es así. Pongámoslo así: la tentación es una combinación de una necesidad y una duda (lo necesitamos en vez de Dios) que provocan un deseo inapropiado. Les voy a decir lo siguiente, las dudas son las hierbas que crecen en el desierto.

¿Dónde puedo encontrar un amor tan satisfactorio que me haga alejarme de las tentaciones?

¿Existe alguna agua para la sed en mi corazón? ¿Cómo lo hizo Jesús?

Jesús estaba seguro del amor de su Padre, conocía y creía la verdad. Dios nos ama.

Juan 15:9

Así como el Padre me ha amado a mí, también yo los he amado a ustedes. Permanezcan en mi

amor.

Dios nos ama. Dejemos que el amor de nuestro Padre riegue con el Agua Viva nuestros

corazones. Este es el verdadero escudo que nos protegerá contra las tentaciones y nos ayudará a sobrepasar el desierto.

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